La neurociencia y gratitud: la actividad cerebral que olvidamos.

En las investigaciones que ha realizado la neurociencia para medir gratitud, generalmente se ha utilizado instrumentos estandarizados para medir variables de manera objetivo y cuantificable en base a diferentes escalas, la más usada en diferentes países y contextos es la Gratitude Questionnaire –6 ( GQ-6) y se ha visto que su confiabilidad es alta, además es validada en nuestro medio de investigación chileno.

Según la visión más amplia de salud de los últimos años, ha habido un incremento sostenido de la evidencia de que el bienestar y las emociones positivas tendrían una base neurobiológica y efectos en la salud; por ejemplo, la psicología positiva ha hecho grandes aportes mostrando que el bienestar y sus componentes como la gratitud, aportan estabilidad en la salud mental de las personas; tanto, sanas como enfermas. Pese a esto, el bienestar de la persona ha sido poco abordado, aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) no sólo define salud, como ausencia de enfermedad, sino como también bienestar físico, mental y social.

En este contexto, la neurociencia ha investigado la gratitud asociada robustamente al concepto de bienestar de la persona y estos estudios han arrojado vinculación de la gratitud con la recompensa, el razonamiento moral (juzgar, toma de decisiones de lo que es bueno y es malo), la mejora de sentimientos de satisfacción y al bienestar emocional. Se compromete en estas mejoras cerebrales, diferentes áreas como la corteza temporal anterior derecha, corteza cingulada anterior, núcleo accumbens, amígdala, y estas zonas muestran además, mayor creación de materia gris, produciéndose mayor conexiones de neurotransmisores y neuroquímicos como oxitocina, serotonina y dopamina.  Estas activaciones cerebrales producen impactos y beneficios en la salud mental y física, como en la reducción del estrés, mejora el sueño, desinflamaciones, baja de dolor, aumenta el compromiso en el trabajo y apoya la neuroplasticidad (capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse)

Considerando los estudios de neurociencia y lo que se ha dicho sobre el bienestar correlacionado positivamente con la gratitud, impresiona relevantemente continuar profundizando en estas investigaciones, así como en el ejercicio de agradecer. No obstante, pese a esto la evaluación y ejercicio de la gratitud en la práctica clínica no es habitual. Una explicación sobre la falta de intervenciones al respecto se debería a que valoramos en nuestra sociedad occidental, las soluciones médicas, tratamientos clínicos tradicional para enfermedades del cuerpo, además, se relaciona la salud mental que aún persiste, con el estigma social asociado a las enfermedades mentales, que genera vergüenza, miedo al juicio social y discriminación, esto desincentiva a las personas a pedir ayuda o a hablar abiertamente de sus problemas. No obstante, con estas investigaciones científicas de la Neurociencia se abre una gran puerta para enseñar otras prácticas para que nuestro organismo no se enferme y que incluya una visión biopsicosocial.

Las indicaciones clínicas sobre la gratitud que, expresadas o reforzadas de formas muy diferentes como palabras verbalizadas, escritas, abrazos, regalos, psicoeducación, han apoyado a los terapeutas para que enfermedades no solo mental sino también físicas como dolores, presión arterial, inflamaciones se hayan estabilizado. Sin embargo, los beneficios dependerán de la práctica, la etapa de vida, la cultura entre otras. Y es en esta práctica donde se debe ayudar a expandir el conocimiento hacia la sociedad, que aún no esta realizando este tipo de experiencias que van al servicio de su propia salud.

Enseñar desde la infancia: No deberíamos esperar que se nos entregue evidencia de esta y otras buenas enseñanzas, ¡la gratitud cuando se realiza no nos daña!, al contrario, apoya desde temprana edad al bienestar humano. Tradicionalmente se considera que los valores de bienestar, se desarrolla de forma natural con la experiencia de la vida y la interacción social. Es así como, se nos entrega desde la infancia materias académicas con un currículo establecido, que enferman a los actuales infantes, salas con niños asustados frente a las evaluaciones o complicados cuando no se pueden parar o conversar frente a un profesor, que se ve como una persona que les limita. No se le da importancia a desarrollar inteligencia emocional, fomentar felicidad y construir relaciones sociales armónicas y solidas.

Nos quedamos atrapados en esta tradicionalidad de los tiempos que no son los de ahora, se requiere enseñar en las aulas, la existencia de valores como la bondad, agradecimiento, la solidaridad y el respeto entre otros, debido a que la sociedad experimenta una crisis de valores marcada por una transformación y para algunos, una pérdida de principios como la ética y la moral. La influencia de esta marcada perdida que nos enferma socialmente se genera debido a la globalización y tecnologización, se observa un énfasis en lo negativo, en las mentira e imágenes superfluas, que se difunde rápidamente, también con las crisis económicas, las guerras, los conflictos familiares y la desconexión con las tradiciones religiosos, mitos y creencias.

Por ello se requiere integrar en los planes y currículos escolares el bienestar que, con la gratitud, apoyaría e inculcaría a temprana edad, un ser más consciente de sus emociones ayudaría a formar niños, adolescentes y por ende adultos empáticos y resilientes y al mismo tiempo reducir el estrés y la ansiedad que actualmente se encuentra en tendencia exacerbada en niños y adolescentes de establecimientos escolares.

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